Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1320
Legislatura: 1888-1889 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 13 de abril de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Ansaldo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 94, 2517-2518
Tema: Aplazando la renovación bienal de los Ayuntamientos, y rectificación de empadronamiento y censo electoral para las próximas elecciones municipales

Tengo poderosas razones para no contestar en este momento al Sr. Ansaldo; pero la principal de estas razones consiste en que el Gobierno no quiere discutir este proyecto de ley, y ruega a sus amigos de la Comisión que no lo discutan, porque este proyecto encierra una cuestión de buena fe y de rectitud para el Gobierno, y de estas cuestiones que afectan a su buena ge y rectitud, sólo el Gobierno mismo debe ser juez.

Siempre, pero en estos momentos más que nunca, desea el Gobierno dar muestras de sinceridad en todo lo que a las elecciones se refiere, porque en estos momentos hay la circunstancia de hallarse sobre la mesa para su discusión nada menos que el proyecto de ley sobre sufragio universal, y es menester que el sufragio universal, si ha de producir grandes bienes para el país, empiece a plantearse con una grandísima sinceridad. Así, pues, al oír quejarse a las oposiciones de ciertos defectos que hay en las listas electorales para la renovación de los Municipios, el Gobierno, que no quiere dar motivo ni pretexto a las oposiciones ni a nadie para decir ni creer que se les niega ninguna de cuantas garantías de sinceridad pudieran apetecer en materia de elecciones, no tuvo inconveniente en decir que si había defectos en las listas electorales, estaba dispuesto a hacer lo que se creyese más conveniente para subsanar esos defectos, que no son imputables a estos Ayuntamientos ni a los anteriores; porque si defectos hay, débense en primer término a las malas costumbres, a la tradición y a la apatía del cuerpo electoral.

Sobre estos defectos no puede caber responsabilidad para éste ni para ningún otro partido, porque la responsabilidad es de todos y del país mismo. Por esto el Gobierno, que no quiere emplear la violencia ni la imposición en las cuestiones electorales, ni con la mayoría ni con las oposiciones, y menos tratándose de elecciones municipales, porque nada hay que contribuya más a la mala administración de los intereses de los Municipios que la intervención de la política en estas cuestiones; el Gobierno, repito, que oía esas quejas, fundadas o infundadas, sobre si las listas para la elección de Ayuntamientos estaban bien o mal hechas, a fin de que no haya ni pretexto para que no acudan todos los partidos con completa confianza y con todas las garantías necesarias en esa clase de lucha, no tuvo inconveniente en decir: "acepto cualquier cosa, con tal de que no redunde en desprestigio ni daño de los Municipios actuales". Y propuso como medio, a indicación de alguna de las oposiciones, que podían hacerse las elecciones municipales mediante una gran rectificación extraordinaria de las listas. ¿Qué inconveniente había de haber en esto, cuando se trata de dar pruebas de sinceridad, cuando lo que se quiere es manifestar los respetos y la rectitud que le animan para estas elecciones y para todas las que vengan? ¿Qué tiene esto de particular, cuando el Gobierno lo que quiere es que las futuras elecciones no sólo sean una verdad, sino que lo parezcan? Y esto no es posible conseguirlo con las actuales listas, desde el momento en que las oposiciones vienen atribuyendo defectos, faltas, errores, o falsificaciones si se quiere, a algunas de ellas.

Se dice que no están bien hechas; es que es muy difícil hacer bien en absoluto unas listas electorales; porque al fin y al cabo arrancan del censo, y los censos, en general, están mal hechos, no por culpa de los partidos, sino porque todavía no hay costumbres políticas bastantes para que se hagan bien. Después de todo, intervienen en su confección muchos factores, y faltando uno de ellos se acabó la exactitud de los censos. No apelando a verdaderas investigaciones que conduzcan a averiguar los individuos que hay en cada casa, y sus relaciones entre sí, lo cual, si en todo tiempo no es empresa fácil, en las actuales circunstancias es imposible, hay que entregarse un poco a la buena fe en la declaración de los jefes de familia, pues ya se sabe que el censo se funda en las cédulas que éstos llenan, y en las que deben consignar los individuos de que aquélla se compone, edad, profesión, etc. [2517]

Ahora bien, Sres. Diputados; todos lo sabéis: unas por causa de ignorancia, otras por descuido, y otras por malicia, resulta que esas células están llenas de errores; errores que pasan al censo, y del censo a las listas electorales. De aquí que los errores que tengan estas listas no deban atribuirse ni a malicia ni a falsedad de un partido para con otro, no; sino a defectos de nuestra organización, a faltas del mismo ciudadano, que no cuida bien de sus derechos ni cumple bien con todos sus deberes.

Pero, sea de ello lo que quiera, ¿hay algunas listas que no están bien hechas? Pues hasta para justificar el proyecto; porque claro es que no hemos de ir a buscar las listas que estén mal hechas, porque eso sería peor, eso sería ofensivo, mientras que a nadie puede ofender una medida de carácter general, cuyo objeto es buscar la verdad. ¿Dónde está aquí la ofensa para ningún Municipio ni para nadie? Lo ofensivo sería hacer la excepción que pretende el Sr. Ansaldo. ¿A dónde iríamos a parar? ¡No parece sino que los Ayuntamientos de las Provincias Vascongadas son los únicos buenos y santos! Pues hay muchos Ayuntamientos tan buenos, si no mejores, como los de las Provincias Vascongadas. (El Sr. Ansaldo: Así lo dije). Entonces, ¿para qué la excepción? (El Sr. Barón de Sangarren: Para todos o para nadie. La ley de razas no se puede consentir).

No hay ofensa para nadie, como tampoco la hay cuando se atribuyen defectos a las listas electorales; porque por lo mismo que esos defectos son imputables a todos, no lo son a nadie.

Yo quisiera que este proyecto fuera ley inmediatamente, porque no se puede tener a los pueblos en la incertidumbre en que se encuentran, sin saber si las elecciones van a verificarse en mayo o en diciembre. Por eso pido, así a mis adversarios como a mis amigos, que no pongan dificultades al proyecto que discutimos; y lo pido más especialmente a los amigos que a los adversarios, porque no sería conveniente ni justo que los amigos vinieran a suscitar dificultades al Gobierno en un asunto que es cuestión de rectitud y de buena fe; porque el Gobierno no quiere que nadie pueda creer que cuando en uso de su derecho, como director de la política, en sus relaciones con los demás partidos, acuerda una cosa en la que están conformes todas las oposiciones, luego, por debajo de cuerda, excita a sus amigos de la mayoría a que la combatan. (El Sr. Laserna pide la palabra).

Espero, pues, que la mayoría no suscitará esas dificultades. Por bien de todos, amigos y adversarios; por bien de la mejor administración; por bien de la marcha regular del Gobierno, me dirijo a todos, suplicando a los adversarios, y creo que con algún derecho exigiendo a los amigos, que aprueben este proyecto, que en último resultado contribuye a que el Gobierno y el partido liberal demuestren su buena fe y su rectitud, probando a las oposiciones que este Gobierno y este partido no quieren violencias de ninguna clase. Quédese la fuerza de los Gobiernos para cuando haga falta; en lo demás, los Gobiernos deben gobernar, lo mismo con las mayorías que con las minorías. [2518]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL